El siglo XIX es un siglo transcendental en la historia de Japón. Por un lado, terminaba un período de varios siglos, conocido como Edo (1603-1868), y por otro lado, empezaba, con la vuelta del emperador Meiji, una nueva y fundamental etapa. Estos cambios afectaron también a las escuelas y a los métodos de enseñanza.
En el período Edo, las escuelas solían estar en los templos donde los monjes eran los profesores. En Kioto y Osaka se llamaban Terakoya, pero en Edo (ahora Tokio) eran conocidas como tenarai-shinanjo o también como shuseki-shinan. Eran pequeñas escuelas pero se iban extendiendo por todo Japón.
Ya a finales del siglo anterior, XVIII, (Kansei 9) estas escuelas ya llegaban a lugares alejados de las grandes ciudades; granjas o pueblos pesqueros, entre otros. En los años treinta del siglo XIX se habían abierto 1.984 nuevas escuelas y 2.398 entre los años 1.844 y 1.854. Este número de escuelas, aunque grande para aquellos años, quedó rápidamente empequeñecido al final del período Edo cuando ya existían un total de 15.505 terakoya por todo Japón.
A pesar de que la educación no era obligatoria, las familias japonesas sabían de su importancia y por lo tanto, aunque nos les sobraba el dinero, intentaban que sus hijos fueran educados. Así, los estudiantes aprendían matemáticas, escritura y lectura, gramática, geografía, etc... Como resultado, esto hizo que el japonés medio tuviese un gran cultura con la consecuencia evidente para el propio país.
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