Hubo una vez un marino que emigró
dejando atrás su Lepe natal y terminando, no se sabe muy bien cómo,
en la corte de Enrique VII. Esta es la historia de Juan de Lepe.
Todo sucedió entre los siglos XV y
XVI. En aquel tiempo, Inglaterra estaba envuelta en luchas internas
donde la Casa de York deseaba alcanzar el trono. El rey Enrique VII
tenía varios frentes que debía sofocar para no perder su corona.
Aunque finalmente pudo hacerlo, le llevó lo suyo.
Por allí se encontraba Juan de Lepe,
bufón y “coleguilla” del rey, entre tanta conspiración,
batalla y demás con alguien tenía que desahogarse el pobre Enrique
VII. Juan debía ser muy peculiar ya que le gustaba beber, jugar,
bromear y engañar, al fin y al cabo venía de España donde la
picaresca se aprendía desde la infancia.
Con el fin de olvidarse por un rato de
los problemas reales, el rey solía jugar a las cartas y al ajedrez
con Juan. Según la crónicas, Enrique VII no debía ser muy
espléndido con el dínero, más bien todo lo contrario, pero un día
se picó con el español apostándose las rentas de su reino y Juan,
muy chulo él, aceptó. Fue entonces cuando Enrique VII se lo pensó
dos veces y rebajó la apuesta a las rentas de un solo día, por si
acaso... No debía tenerlo muy claro. Era una partida a una sola
mano. Una oportunidad así sólo pasa una vez en la vida y Juan no lo
podía desaprovechar; ganó. Nos podemos imaginar la cara que se le
tuvo quedar al inglés. Así, Juan logró ser rey de Inglaterra por
un día, se cogió todo lo que pudo y se lo pasó en grande.
Enrique VII murió en Richmond, Surrey,
el 21 de abril de 1509, y Juan, más listo que el hambre, supo que
las cosas no serían igual con el siguiente rey por lo que se marchó
a su Lepe natal. Era un hombre rico y quería disfrutar de la vida.
Finalmente, donó parte de lo ganado al
monasterio franciscano de Lepe con la única condición de que en su
lápida estuviesen grabadas sus hazañas.
FIN
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